Parece que la canciller Merkel no está dispuesta a pagar el despilfarro ajeno, en este caso el griego.
En tiempos de Pericles, cuando alemanes y griegos no se conocían, Atenas había desarrollado una economía próspera fundamentada en el comercio de sus manufacturas a través de la navegación.
Herramienta fundamental del comercio fue la dracma, los atenienses coetáneos de Pericles apostaron por una moneda fuerte que contenía siempre una cantidad fija de plata. En contraposición, las ciudades-estado que competían con Atenas disminuían el porcentaje de metal noble de sus monedas cada vez que sus gobiernos necesitaban más dinero, lo cual ocurría a menudo. Esto convirtió a la dracma en moneda universal.
Sin embargo el transporte de moneda tenía inconvenientes de seguridad y de peso para las transacciones comerciales internacionales y los bancos no se habían inventado aún. Además los griegos consideraban inmoral cobrar interés por los préstamos. Hacía falta alguna autoridad fiable que garantizase los pagos que eran complicados de efectuar en metálico y la solución la vino a ofrecer el mismo Apolo. Las ciudades-estado griegas consideraron al templo de Apolo en Delfos digno de su confianza y el hijo de Zeus comenzó a aceptar depósitos.
Inmediatamente Apolo se dio cuenta de que pagar un tres por ciento por los fondos depositados y cobrar un veinte por los créditos no podía ser considerado inmoral sino mas bien divino.
De esta forma Atenas se convirtió siglos antes que Frankfurt en un centro financiero internacional.