Llevo tres o cuatro años de voluntario dando clase en Norte Joven. No lo digo sacando pecho, como dicen ahora, aunque si con mucha satisfacción interior.
No creo que nadie me deba nada por ello, no me he metido en esto para tener el reconocimiento de nadie, en realidad comencé por un reflejo de supervivencia casi egoista. Simplemente mi vida profesional se paró de repente por uno de esos EREs que son tan difíciles de explicar, sobre todo a los que están en paro de verdad. Siempre me ha gustado la enseñanza, e incluso hice mis pinitos cuando era estudiante así que me decidí a probar.
En estos años he tenido buenos y malos momentos, la enseñanza a adolescentes y jóvenes no es facil. A veces parece que los alumnos están a otra cosa, en otro mundo, nos ignoran aunque siempre hay alguno que nos hace pensar que vale la pena lo que hacemos.
Un año tuve un grupito mixto bastante difícil de llevar, ninguno llegaría a los 19 años, sin embargo había un par de chicos y chicas que parecia que ponian algún interés, especialmente una chica llamada A, de una república centroamericana, aunque es cierto que faltaba bastante a clase. Un día, después de una ausencia larga le dije: - A, ¿cómo has estado tanto tiempo sin venir?
A me contestó con esa forma dulce de usar el español que tienen en estos paises . - Es que he tenido a mi bebé enfermo y me ha sido imposible.
Mi primera reacción instintiva fue ponerme firmes en señal de respeto. De pronto comprendí que enfrente de mí, tenía personas dignas de admiración y me sentí contento de poder contribuir a darles una formación y un empleo.
Si, estoy muy orgulloso de colaborar con una organización que ha pasado todas las auditorías de transparencia y en la que no se pretende convencer a nadie de nada, excepto de que sean personas y, en la medida de lo posible, buenos profesionales.
